El lenguaje de las imágenes

El lenguaje de las imágenes es el resultado de una fascinante experiencia creativa, en que se dan la confluencia de la intuición, razón y expresión artística. Y es fascinante por la gran dificultad que implica su aprendizaje y perfeccionamiento. Su finalidad es la asociación de imágenes mentales, simultáneas, que acompañan y resuelven el proceso de un diseño. Es este proceso gráfico el que deseo transmitir y explicar en las breves páginas de este texto.

La palabra imagen, figura, representación de una cosa está ligada también a los siguientes conceptos: el arquetipo, lo absoluto, el ícono, la imaginación; a la figura, señal, signo, grafitte y representación. También idea, invención, concebir, representar, “Venirse a las mientes”, etc.

La imagen en el sentido de comunicación visual, puede estar formada por un solo elemento, y estos los podemos clasificar en dos series: las figuras geométricas como el triángulo, el circulo, el cuadrado, etc. así como las figuras representativas: hombre, mano, casa, hoja, flor; puede ser tipográfica “A”, “X”, etc.

Hablamos de lenguaje, cuando cualquiera de ellas por sí solas comunican y transmiten una o más señales conceptuales; ejem. El círculo, puede ser el sol, el mundo o la luna; una representación esquemática de una casa, nos lleva de la familia a la arquitectura; la hoja de una planta, nos asocia vida, botánica, árbol, paisaje o medio ambiente – tan importante en nuestra época y en nuestros días.

Al referirme a las formas tipográficas, en su expresión más simple, la “A” será arte, alfabeto, primacía; la “x” incógnita, o matemática.

  

La combinación de las imágenes I

Pero el significado de estas imágenes, que por sí solas nos alertan e informan acerca de algo de forma vaga y general, se enriquece cuando empezamos a trabajarlas en función de una idea, que debe transmitir un mensaje claro y simple pero que debe ser rico y contundente por sí sólo. Llamamos lenguaje a esta clase de asociación gráfica o ensamblaje de elementos visuales requeridos para el diseño gráfico. En el caso del afiche estas combinaciones deben ir, además, ligadas a un texto -generalmente corto- y referidas a él de tal forma que conformen una sola unidad visual, recíproca y coherente, de fácil comprensión, pero con gran fuerza expresiva y convincente, y que se nos presente o nos parezca sumamente fácil y natural.

Llegamos así al punto crucial de cómo surgen estas asociaciones de imágenes. Es la combinación de la experiencia, intuición y razonamiento durante el proceso creativo. No es fácil, y su mecanismo podría referirse a un sistema mental interno ante el requerimiento o respuesta visual a un tema dado. Se produce una suerte de visión interna que nos va aportando vertiginosamente una serie de formas visuales asociadas o no a nuestra necesidad. Este proceso es similar a la cantidad de imágenes que asociamos mentalmente cuando leemos un cuento o una novela. Podemos pensar en una novela y escoger, por ejemplo, un capítulo del Quijote o de la Comedia de Dante, o un poema de Borges.

De Don Quijote escogemos el episodio de los galeotes cuando el ingenioso hidalgo pide que sean liberados, y recordaremos una infinidad de rostros, gestos, posturas, ademanes que irán pasando por nuestra mente, es decir, que nosotros mismos vivimos el momento y peripecias de Sancho, de los galeotes y gendarmes; imaginaremos las posturas de Don Quijote, la confusión que se produce, el caos, etc. Este es el sistema  ideal para el ilustrador, tiene un inmenso caudal de situaciones para ilustrar; y lo mismo ocurrirá con la Divina Comedia de Dante. Pero si leemos un poema, las imágenes mentales generalmente serán menos extensas. El poema es generalmente hermético, y representarlo visualmente compete más al gráfico que al ilustrador. Será necesario un proceso de síntesis conceptual y visual diferente, pero igualmente rico e imaginativo.

 

La combinación de las imágenes II

Cuando me refiero a la combinación de las imágenes me estoy refiriendo o pensando en una fórmula de ensamblaje; el mismo que debe ser o parecer muy natural, fácil. Voy a referirme a un célebre afiche, del cual se ha escrito mucho. Luego de fundada la ONU, se convocó a un concurso internacional de cartel que anunciara este acontecimiento. El título del cartel decía “UN MUNDO, O NINGUNO”. Jans Bons, 2º premio del concurso, creó una imagen con dos elementos: el mundo y el cráneo del hombre. Imagen poderosa, obra maestra de síntesis, y de excepcional calidad estética y técnica. La imagen nos planteaba elegir entre guerra atómica o vida; no se imprimió como afiche, pero es citado y publicado frecuentemente en libros o revistas especializadas.

El afiche de Jans Bons fue trabajado con una técnica realista y el color en una gama de verdes, grises, pardos y negros. El tratamiento de la luz por claroscuro; el mundo (lado izquierdo) muy iluminado, al lado derecho el cráneo en contraluz, casi silueteado, con  breves acentos de luz. El fondo es un firmamento en degrade vertical libre y luminoso en su zona inferior, sobre la cual destaca el perfil del cráneo o calavera de tonos oscuros, el texto repartido arriba “ONU ONE WORLD”, debajo “OR NONE”.

Este sería en mi opinión el clásico sistema del ensamblaje y síntesis distintas que se unen en perfecta armonía y aparente facilidad para conformar un solo elemento portador del mensaje y expresión de una IDEA perfecta.

Naturalmente existen muchísimos ejemplos de este nivel. Mencionaré tan solo algunos: el afiche de Armando Testa para los juegos olímpicos de Roma, configurado por otro ensamblaje de dos formas configurando una sola. El atleta y el Coliseo Romano, fundido en una sola  figura que corre llevando la antorcha olímpica de gran técnica, vigor y calidad estética.

Un tercer ejemplo sería el del francés A. Francois para el Times de New York. Bajo el titular “Top people of tomorrow, take the Time today” vemos al hombre del mañana, representado por la unión –en expresión o recurso humorístico– por dos probetas humanizadas de  laboratorio, y el esquema formal como ilustración próxima al “Comic”, el color festivo.

El lenguaje de las imágenes y su proceso, es pues uno de los aspectos más ricos y difíciles de la creación de “ideas visuales”. El arsenal inmenso de imágenes, formas, recuerdos de objetos cotidianos y lecturas se constituyen en acerbo que alimenta o estimula la creación de lo que siempre debiera ser una forma o idea INÉDITA.

Su logro puede durar días o semanas, puede surgir total o parcialmente. Un elemento puede ser encontrado rápidamente y otro tendrá que buscarse laboriosamente en nuestra mente y compuesta y recompuesta con el lápiz y el color laboriosamente;  pero este proceso donde la imaginación, la intuición y la experiencia van de la mano  deben ser siempre vigilados por la razón. Es una especie de inminente revelación; de un milagro visual,  una forma casi de adivinación, y digo adivinación porque este proceso,  este largo proceso, a veces sólo dura unos pocos segundos.

Tal es pues el mecanismo que permite llegar a lo que llamamos “síntesis”, finalidad que debe estar presente en todo afiche, carátula y logotipo como su factor primordial. Es esta síntesis de los elementos gráficos que conforman un diseño, lo que los convierte en íconos históricos del diseño gráfico, como mencioné anteriormente.

Igualmente importante es el estilo gráfico a escoger en su realización; es pues determinante el estilo unido a la forma – idea, lo que convierte a una obra en “permanente”, es decir en obra que soporta el paso del tiempo y la convierte en obra maestra del diseño.

 

La tipografía también es una imagen 

No solo las formas representativas de algún objeto o figura son sometidas al proceso de las ideas visuales con contenidos conceptuales o mensajes. También la letra, es decir toda la tipografía nos permite crear mensajes o resumir incluso argumentos o discursos, convirtiéndolos en mensajes gráficos.

Un  texto, o mejor el título de una obra literaria, científica o musical,  pueden ser portadores de mensajes o ideas, o pueden hasta  resumir o evocar el contenido de una obra. Como ejemplo de esto me permito mencionar el afiche que realicé para la obra de teatro “Rodil” de Sebastián Salazar Bondy.

La tipografía por sí sola, aún en un solo color, y por el tratamiento técnico que se considere conveniente nos sirve para crear mensajes. La letra puede ser ampliada, cortada, encuadrada; puede contener si es necesario color, obteniendo así vigorosos efectos; igualmente puede contener imágenes dentro de ella. Puede ser recortada sobre cualquier textura, documento o imagen que convengan a nuestro propósito. En las páginas de este libro he seleccionado algunos trabajos por considerarlos ejemplos oportunos.

 Me parece necesario deslindar las semejanzas y las diferencias en el diseño y la pintura. En el diseño se busca la “idea” inequívoca que comunique un mensaje determinado. Puede escogerse un “estilo” que a nuestro juicio convenga para mejorar el logro perseguido. Los elementos visuales son el espacio, el dibujo, la forma, el color, la composición y la tipografía. Es decir, son los mismos elementos que maneja también el pintor. Pero las diferencias están dadas por la función que cada uno de estos dos géneros compete de manera distinta a ambos. Así el afiche o carátula de libro deberá comunicar una idea coherente y tener una fuerza y potencia en el trazo y el color; pero en la pintura estas mismas formas serán tratadas de manera muy distinta, y con seguridad con climas casi antagónicos. Es decir los elementos dialogarán en el cuadro con la intimidad de un verso; dialogaran colores fríos y cálidos, espacios planos y texturas, composiciones serenas o enérgicas, no nos demanda nada, sólo dialogan entre si con acordes finos, serenos, alegres o severos, se bastan a si mismos. En su mudo acontecer dentro del plano nos recuerdan lo que André Malraux llamó tan acertadamente “Las voces del Silencio”.

 

El lenguaje de las imágenes y el surrealismo

Las imágenes en el Surrealismo tienen similitudes y diferencias entres ellas; puntos de contacto o grandes divergencias.

El surrealismo se inició como ismo dentro de las vanguardias del primer cuarto del Siglo XX. Su inicio fue literario y expresado en la Poesía de André Breton, y su método llamado “escritura automática”. Este aspecto programático del surrealismo está directamente vinculado con el psicoanálisis de Sigmund Freud.

Como todo movimiento artístico, tiene precursores en artistas de épocas anteriores, así, se le vincula con las obras de El Bosco, William Blake, Goya y Giorgio De Chirico como precedente más próximo, con su Pintura Metafísica.

Luego con Max Ernst, Yves Tanguy, René Magritte, Joan Miró y posteriormente Salvador Dalí, quien le daría hacia 1940 aproximadamente su forma más espectacular, y su lenguaje más característico.

Las imágenes del surrealismo pretenden venir del inconsciente; sin conexión lógica y natural y semejante al lenguaje de los sueños, llamado onírico. Se entiende que este método no debía ser controlado ni vigilado por la razón.

Si el lenguaje de las imágenes en el Diseño Gráfico pretende o persigue la unión y síntesis de las mismas a fin de obtener un mensaje claro, para el surrealismo es lo contrario. No obstante, hay que admitir que muchas obras surrealistas producen imágenes aisladas que por sí solas contienen un mensaje fácilmente aprehensible y hasta metafórico. Los relojes que se doblan de Dalí, sus cajones que brotan de figuras femeninas, algunas obras de Magritte, Max Ernst y otros lo evidencian claramente, mas en el conjunto del cuadro hacen ambigua su significación. Hemos dicho que en el Diseño Gráfico su intención es la claridad de la comunicación.

En su aspecto formal o técnico el Diseño Gráfico tomó para sus imágenes algunas soluciones pictóricas del surrealismo, y también otras provenientes de las vanguardias del Siglo XX.

Podemos decir que casi siempre estuvo ligado en alguna medida a estas vanguardias. Desde Toulouse Lautrec a Picasso, Klee, Miró, Magritte, Dalí y posteriormente en los años sesenta al arte óptico, Arte Pop y Arte Conceptual.

De la literatura latinoamericana, se acerca a lo “Real Maravilloso”, como quería Alejo Carpentier, quien en su célebre prólogo de su novela “El reino de este mundo”, y luego de un certero ataque y deslinde con el Surrealismo Europeo, propone vigorosamente lo “Real Maravilloso”,  tesis que él mismo contribuyó a realizar con  la primera obra del llamado posteriormente “Realismo Mágico”.

Generalmente hay varios niveles de lectura, en las imágenes de algunas obras. Si recordamos la ilustración del afiche de J. Bons, Mundo Cráneo, podemos vincularlo al surrealismo, pero no por lo irracional, ni lo onírico, ni por el lenguaje automático de “escribir” sino por lo angustioso e inquietante de sus niveles de lectura, por su técnica realista y por el tratamiento del color y el acierto del ensamblaje de las dos imágenes.

Magia en el muro prehistórico, realismo, surrealismo, signo, letra, necesidad del yo de expresarse de distintas formas;  el mundo de las imágenes en la era de la globalización, parecen indicarnos que este vasto arsenal de las imágenes es inagotable, renace y se transforma de continuo, es inagotable y siempre maravillosamente toma el aspecto de lo inédito.

 

Aproximaciones entre Arte y Ciencia

Solo puedo esbozar una idea acerca de las conexiones entre la ciencia y el arte.

Decíamos que el surrealismo provenía directamente del psicoanálisis de Sigmund Freud: se inspiró en él, viene en el Siglo XX directamente de él. Pero hay otros precedentes. Recordemos la creación o descubrimiento  de la perspectiva de Brunelleschi. Con sus reglas y observaciones que terminan con el logro de la representación en profundidad de la realidad circundante.  Por la misma época De Alberti (Siglo XIV) establece sus proporciones espaciales en base al Canon Musical, estableciendo con ello una serie orgánica de formatos.

Posteriormente, hacia finales del Siglo XV (1490 aprox.), Fra. Lucca Paccioli redescubre la Regla de Oro de Euclides, a la que él llama “Divina Proporción”. Los egipcios y los griegos, y posteriormente los romanos, la habían utilizado con algunas variantes, para la organización armónica de sus construcciones. Se siguió utilizando como guía de proporción áurea desde Leonardo hasta nuestros días. La utilizaron artistas tan diferentes y distantes como Rafael,  Piet Mondrian y Joaquín Torres García. Este hizo de ella un uso práctico y programático en toda su obra pictórica y escrita. Finalmente Le Corbusier, con su Modulor, establece una nueva relación entre la medida del hombre y la arquitectura.

En el color, recordemos el “prisma de Newton”, y el descubrimiento del espectro de la luz y el color. De allí pasaría al químico Chevreul, que estudiaría la relación de primarios, secundarios, terciarios, etc., y que organizaba el color metódicamente. Delacroix estudió estos aportes y se anticipó a los impresionistas, incorporando el color a las sombras. Este largo proceso culminaría con el impresionismo, con sus toques de pincel capturando el color reflejado por la luz; ellos fueron Pissarro, Monet y Sisley. Es Seurat quien lo lleva a la culminación con su técnica puntillista y basándose en el estudio científico del color y el proceso fisiológico con que el ojo percibe los colores. Posteriormente estos aportes conducirían a través de Albers al llamado arte óptico, con su color virtual como resultado de la interacción o interdependencia de los colores entre sí y su  relativización. Estas realizaciones son la culminación de un proceso de Chevreul y sus observaciones y experimentos acerca de la interacción del color.

Finalmente, Ciencias y Arte van unidos en forma distinta en todos los procesos computarizados a través de programas digitales, y las nuevas técnicas de experimentación que se perfilan en el horizonte del futuro inmediato.

Así entonces tenemos psicología, física óptica, cánones musicales y cánones “dil compasso”; espacio real, y espacio virtual, color local, color relativo y color virtual. Proporciones matemáticas y geométricas. Todos estos aportes de la ciencia en íntima comunión con el arte, produciendo el cosmos pequeño de nuestra obra, un microcosmos dentro del inmenso universo que configura nuestras vivencias a través de la historia donde la ciencia, la religión, la magia, la cifra y su número nos invitan, nos guían y nos demandan a crear el humilde microcosmos de nuestras obras de arte.